jueves, 25 de julio de 2013

El extraordinario caso de las "sirenas reales"








No todos los días cobran vida unas criaturas nacidas en la mitología griega. Convengamos que los avistamientos de sirenas, como se le llama a este bellísimo críptido capaz de hechizar de muerte a sus testigos, no abundan en la crónica periodística. Por eso es llamativo que un equipo de estudiantes y docentes de la Universidad de Lincoln, Gran Bretaña, estéahora mismo trabajando afanosamente en la identificación de una pieza que parece ser una sirena momificada hallada en el Museo de Arte Buxton en Derbyshire.
Se cree que la sirena en cuestión llegó al museo desde el Lejano Oriente a mediados del siglo XIX. Anita Hollinshead, estudiante de conservación y restauración, responsable del casual hallazgo, precisó que su cabello es humano. "Gran cantidad de este tipo de sirenas procedía de Japón y fueron elaboradas por pescadores, quienes complementaban sus ingresos con la venta de sirenas falsas", señaló la redescubridora de la insólita reliquia.

Los partidarios de la existencia de estas muchachas de mala fama a quienes un fantástico desvío de la teoría de la evolución reemplazó sus piernas de piel y hueso por una cola de pescado y sus pulmones por branquias, han tenido problemas para sostener su creencia.


1) No ha habido registros, ni siquiera iconográficos, de sirenos con los cuales pudieran aparearse, lo que lleva a preguntarse por la supervivencia de la especie.


2) Sus pechos, apenas cubiertos por una larga y empapada pelambre, no parecen servir para amamantar sirenitas (nadie las ha reportado).


3) En todos estos años nadie ha grabado alguna de las melodías con que seducen de muerte a los pescadores enamoradizos.
En pleno siglo XXI las sirenas han vuelto a reclamar el derecho a la existencia, pero no a través de los medios masivos (que se atienen a una lógica curiosa, ya que le dan más crédito a las apariciones de hadas o vírgenes que a las visiones de sirenas), sino a través de testimonios virales, propagados a través de las redes sociales. Estas sirenas carecen de carisma, no están en el océano agitando sus brazos o canturreando al capitán del barco con una voz hipnótica, pero tampoco son mutantes de pescadería. 

Las sirenas, según cuenta el buzo, suelen dejarse ver en la Gran Barrera de Arrecifes, Mar del Coral, en la costa de Queensland, Australia. El sitio es una suerte de rompeolas natural de 2.000 kilómetros de longitud habitado por unas 350 especies de coral diferentes, acaso la mayor estructura jamás construida por organismos vivos.
El promotor del video recibió un alud de visitas, lo cual no prueba mucho más que el enorme deseo de los cibernautas por presenciar la manifestación de auténticas sirenas. Dice que filmó sus incursiones durante dos días seguidos. Según el relato que hace en off, la visibilidad era tan mala que la primera vez "ni él se dio cuenta" de lo que había filmado. Hasta que lo vio en la computadora. Volvió al otro día a esperar su regreso y filmó por segunda vez "algo raro". Para él, el hecho de que "reincidiera" evidenciaba que fue una sirena de verdad. "Alguien podría haberme gastado una broma una vez. Pero ¿dos veces?". (Su discurso es un poco contradictorio, ya que él mismo aclara que, por sus diferentes colas, supo que eran dos sirenas distintas).
Su amplitud de criterios ("Puedes creer o no, yo soy el primero que apenas no se cree nada de lo que se ve aquí en Youtube", aclara) y, sobre todo, su obstinado anonimato, alcanzan para desestimar la pretendida evidencia. Sin embargo, algunos han creído ver en esta manifestación acuática a un mamífero marino de verdad, uno que los antiguos australianos solían llamar "sirena". Es el dugong, un animal herbívoro muy pacífico que se alimenta de algas y habita los fondos barrosos de las zonas costeras. Sus hembras amamantan a sus bebés casi como los humanos: las madres, con la cabeza y hombros fuera del agua, sujetan a sus crías mientras éstas chuchan entre las aletas. Por eso algunos creen que las hembras de dugong han originado el mito de las sirenas.
En su momento, el ciclo del canal SyFy Fact or Faked?: Paranormal Files disfrazó de sirena a su conductora, a quien hicieron saltar al mar desde la cubierta de un barco para que tratara de reproducir las habilidades de nado de la "criatura" del video. El paralelismo, casi perfecto, redujo a valores cercanos a cero la posibilidad de que fuera una confusión con un animal marino. Y creció a valores cercanos a uno la hipótesis de una broma con fines comerciales o de entretenimiento.

Los científicos que pusieron bajo el microscopio en la Universidad de Lincoln la sirena de Buxton nunca cultivaron la esperanza de hallar pruebas de la existencia física de mujeres submarinas. Si ahora examinan el ADN de la cola, por ejemplo, es para ver de qué pescado se trata y establecer el lugar de procedencia. Las radiografías muestran que estaba hecha de madera, articulada con costillas de alambre y dientes hechos en hueso tallado. Estas piezas eran adquiridas por marineros para conjurar la mala suerte o por proveedores de curiosidades para circos. A veces, como la Sirena de Fiji, uno de los fósiles falsos más famosos del mundo (y más cuando participó en un capítulo de X-Files), se usaban cabezas de mono cosidas a colas de pescado. En este caso, según el doctor James Moffatt, profesor de fisiología en la Universidad de St. George en Londres, hicieron el cráneo de la sirena con un ovillo de papel maché atado con alambre.
Criaturas construidas por taxidermistas aficionados surgieron en Occidente en plena era dorada de los monstruos de circo y las novelas protagonizadas por quimeras. El negocio de personajes inescrupulosos como P.T. Barnum creció a expensas de construir escenarios falsos pero persuasivos, mientras los periódicos siguieron beneficiándose con los fraudes ajenos.
El único falsificador que tal vez hizo una diferencia a favor del menos común de los sentidos fue el catalán Joan Fontcuberta, quien allá por el 2000 anunció el descubrimiento de fósiles en la Reserva Geológica de Alta Provenza, Digne, Francia, de un ancestro anfibio de los homínidos, el hydropithecus. La instalación de aquellos restos falsificados, diseminados entre fósiles reales, fueron un paso más de la trayectoria de Foncuberta, un experto en documentar —mediante textos, fotos, filmes u objetos tan contundentes como el fósil de una sirena— la existencia de seres o personalidades apócrifos. "Mi trabajo es más pedagógico que artístico, pretende vacunar al espectador contra el exceso de realismo de lo fotográfico, inocularle reacciones de duda e incertidumbre", indicó Foncuberta, quien por supuesto es un artista y no un arqueólogo.
Un pescador que compensa su sueldo creando animales imaginarios; un buceador que filma a una amiga disfrazada vaya uno a saber con qué propósitos; un grupo de investigadores que analiza el ADN de las escamas de un pescado de dos siglos de antigüedad; un artista que trabaja para convecernos de la existencia de fósiles de sirenas...
La ciencia interesada en desenmascarar algunos entuertos tiene, muchas veces, la cándida prestancia de un juego de niños.
Lo importante es darse cuenta.

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